En algún momento de la vida empezamos a apreciar espacios silenciosos en nuestra vida: necesitamos de sus cualidades reconfortantes, nutritivas y acogedoras. Mientras el ruido de una vida demasiado externalizada ahoga nuestra creatividad, interiorización y obstaculiza nuestra capacidad de recuperación, cuando nos permitimos momentos de silencio se activa la inspiración y se nutre la mente, el cuerpo y el alma. Ahora también la ciencia demuestra que el silencio puede ser justo lo que necesitamos: regenera nuestros cuerpos y cerebros agotados.

Cuando vamos por la calle, nos atacan las bocinas, las frenadas de los colectivos, y el ruido de los motores: los estudios demuestran que todo ese ruido tiene un poderoso efecto físico en nuestro cerebro: los ruidos viajan al cerebro como señales eléctricas a través del oído y activan la amígdala. Esto incrementa los niveles de las hormonas del estrés, que se acumulan en el cuerpo día a día, generando tanto daño a largo plazo.  Todos hemos experimentado los efectos perjudiciales de la contaminación acústica, y ahora la ciencia puede probar que no sólo el ruido duele, sino también que el silencio cura.

Algunos efectos del ruido

Hay estudios que verifican cuan dañino es convivir con ruido excesivo:

  • Cada año, perdemos 1,07 días de vida saludable (En Europa, según OMS, 2.011)
  • Es la causa principal de 3.000 muertes por enfermedades cardíacas (OMS, 2.011)
  • En escuelas cercanas a aeropuertos, los niños desarrollan una respuesta al estrés, que les hace ignorar el ruido, pero también otros sonidos cotidianos, cómo cuando alguien les habla, parecerían no escuchar. (Psychological Science, prof. Gary W. Evans, Univ. Cornell)
  • También está asociado a la presión arterial alta, enfermedades cardíacas, tinnitus y pérdida de sueño.

El silencio es espacio.
Ese espacio es el hogar de la mente despierta.

~ Buddha

El cerebro responde al silencio

Los efectos beneficiosos del silencio en el cerebro fueron descubiertos por accidente. El médico Luciano Bernardi estudió los efectos fisiológicos del ruido y la música en 2006: se expuso a personas de forma aleatoria a momentos de silencio, ruido y música, y pudieron observar que las pausas de dos minutos fueron mucho más relajantes para el cerebro que la música suave o el silencio prolongado. De hecho, las pausas en blanco «irrelevantes» de Bernardi se convirtieron en el aspecto más importante del estudio. Uno de sus hallazgos clave fue que el silencio se ve reforzado por los contrastes.

Quienes practicamos meditación conocemos ese efecto: después del esfuerzo de la atención focal o abierta, el momento de descanso es súper reparador. Aunque  buscamos minimizar los ruidos externos, la conversación interna no se calla cuando empezamos a practicar. Mágicamente se apaga el parloteo interno cuando el ejercicio termina y la mente puede descansar en el corazón. Algo muy parecido nos pasa en la práctica de meditación vocal: después de tanto sonido, vocalización, canto y ritmo, entrar en el dulce territorio del silencio, y dejarnos sostener por lo que queda, es de lo más delicioso.

Aunque podamos pensar en el silencio como un momento de nada, o de falta de información, la ciencia dice lo contrario. El cerebro reconoce el silencio y responde con fuerza. Estos son algunos ejemplos de lo que concluyeron los investigadores:

  • Dos horas de silencio por día impulsan el desarrollo celular en el hipocampo, la región del cerebro relacionada con la formación de la memoria. (Imke Kirste, Universidad de Duke)
  • Cuando disminuye drásticamente la cantidad de información sensorial que recibimos, el cerebro puede «recuperar» algunas de sus capacidades cognitivas. (Teoría de la restauración de la atención)
  • El silencio ayuda a las nuevas células a diferenciarse en neuronas e integrarse en el sistema.

Darnos momentos de silencio en el día

En esta era digital, procesamos constantemente enormes cantidades de información, y el cerebro tiene menos tiempo para desconectarse. Hoy tenemos más presión sobre nuestra corteza prefrontal, la parte del cerebro responsable de tomar decisiones, resolver problemas, que en otros momentos de la historia humana. Cuando pasamos tiempo solos en silencio, nuestro cerebro puede relajarse y liberar este enfoque constante. Esto permite dar sentido a nuestras vidas y ganar perspectiva, algo que es vital para nuestro bienestar general.

Mientras que el ruido crea estrés, el silencio repone y nutre nuestros recursos cognitivos. El silencio cura, el silencio nos sumerge profundamente en nosotros mismos y el silencio equilibra el cuerpo y la mente.

Los beneficios de la naturaleza y la quietud están bien documentados. Ahora podemos agregar a esta búsqueda de salud y bienestar, la nutrición de nuestro cerebro. La simple búsqueda de estar en silencio podría ser el bálsamo sanador que necesitamos para sofocar nuestro loco estilo de vida moderno.

¿Cuál es tu relación con el silencio? ¿Fue cambiando a lo largo de tu vida? La práctica de meditación es ideal para crear y mantener una amorosa relación con momentos de silencio. Consultame si queres participar de nuestro grupo de meditación. Te esperamos!

Fuente: AZRIEL RESHEL

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