Hace años atrás, cuando empecé a estudiar el funcionamiento de la mente, como marco de referencia para la práctica de la meditación, muchas veces llegaba a la conclusión que 🤯 «estábamos mal hechos». Si lo natural para la mente es la atención, ¿por qué es mas fácil caer en distracciones?. Si el sentido de la vida humana pasa por la indagación de la verdad, la búsqueda de la libertad y la felicidad, ¿por que nos engañamos, desvalorizamos y tenemos tantos pensamientos destructivos?. En viejos apuntes de clase encontré que llegué a escribir: ese es nuestro pecado original, veníamos mal de fábrica. 🤦🏻‍♀️

Indagando y preguntando más, pude desenredar los malos entendidos de mis primeros años de meditación: hay una competencia de recursos 🧠 cerebrales, según estemos en modalidad supervivencia o modalidad crecimiento. Somos como ciegos ante esas tensiones internas. Las interferencias de la mente disparadas por la activación de la amígdala en modo supervivencia, genera  nerviosismo, la ansiedad y pensamientos negativos, todas experiencias que inhiben el desarrollo de nuestro potencial: despliegue de talentos, habilidades, etc.

La interacción de fuerzas opuestas en el cerebro.

Para poner un ejemplo: desde el cerebro, muchas de las interferencias internas que experimentamos, pueden ser causadas por una activación excesiva de la amígdala. La amígdala es la responsable del procesamiento y almacenamiento de reacciones emocionales: recibe las señales de peligro potencial y activa una serie de reacciones que ayuden a la autoprotección. Es esencial para nuestra supervivencia.

Pero como todo, la amígdala no funciona sola: esta conectada y regulada por la corteza prefrontal, involucrada en todas las funciones ejecutivas como: planificar, organizar, procesar información, pensar en soluciones, etc.

Pero la corteza prefrontal no puede funcionar sin parar: necesita descansar y recargarse. Cuando estamos llenos de energía y atentos, tomamos buenas decisiones, somos más eficientes y hay una buena auto regulación emocional.

Pero si  estresamos a nuestro organismo y no descansamos, la amígdala queda sola, y cedemos a reacciones emocionales, estados de ánimo pesimistas y malos hábitos. Y en realidad no es que estemos mal hechos… ante nuestra falta de auto regulación consciente y deliberada, responden automáticamente nuestros mecanismos de supervivencia.

Podemos alcanzar un equilibrio óptimo bajando el nivel de actividad de la amígdala y estimulando la corteza prefrontal. Y hay una forma muy accesible de hacerlo: con ejercicios meditativos. La meditación reduce la actividad de la amígdala y energiza la corteza prefrontal y fortalece la conexión entre ellas. Esto permite que las interferencias internas disminuyan y aumente el desempeño de la creatividad, cognición, rendimiento físico, concentración, toma de decisiones, bienestar, etc.

Ejercitar pocos minutos todos los días

El cultivo de esta capacidad de concentración energiza la corteza prefrontal y mantiene una fuerte conexión con la amígdala, lo que permite entrar en modo crecimiento, permitiendo realizar nuestro potencial. Esto requiere tiempo y energía, como todo lo más importante en la vida es así. Todo lo que necesitas son de 5 a 10 minutos diarios. Una inversión barata con resultados enriquecedores: tomar mejores decisiones, tener más energía y mejor concentración en todo lo que haces.

Fuente: Shivendra Misra

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