Primero, ¿Qué es meditar? Tomemos esta definición como punto de partida: meditar es el ejercicio constante de introspección, o sea de sentarse por un tiempo establecido, con el propósito de conectarse con uno mismo. Seguramente, ya hayas escuchado hablar del tema o incluso ya hayas practicado.
Los yoguis con práctica establecida, han logrado que esa conexión íntima sea constante. Es por eso que nos dicen que debido a nuestra condición humana, meditar es tan simple como respirar, dormir, caminar, hablar… Sin embargo, no siempre es fácil entrar en esos estados: algunas veces fluímos en la práctica, pero otras libramos una batalla con el cuerpo, la mente, con el compañero de al lado que no se queda quieto, con los ruidos externos, con la mosca que sobrevuela… diversas vicisitudes en cada práctica nos terminan distrayendo y haciendo que esa conexión no sea posible.
Meditación paso a paso
Cuando aprendemos los primeros pasos de la meditación, es más fácil entrar en estado introspectivo. ¿Cuáles son esos pasos en la meditación yóguica?
- Relajar el cuerpo y cultivar conciencia física
- Observar la respiración natural, sin cambiarla
- Algún ejercicio respiratorio para convocar la energía dispersa
- Dirigir la atención hacia algún objeto, interno o externo.
Al ir paso a paso, podemos experimentar que el cuerpo y a la mente responden a los ejercicios y se dejan guiar. Pero entonces, ¿Cuál es el gran obstáculo? ¿Por qué meditar parece tan difícil?
La punta del ovillo
En principio uno de los grandes obstáculos es que por hábito, culpamos a factores externos a nosotros: el que dirige no me inspira, el compañero me molesta, tengo frío, tengo calor, etc. Es verdad que los factores externos distraen, pero el obstáculo no está afuera, está en nosotros. Y no es un obstáculo firme e indisoluble como una roca en medio de un camino que no me deja pasar ni lo puedo mover, es más bien un gran ovillo enredado de hilos de diferentes tamaños y colores.
Esos hilos están compuestos de:
- Pensamientos sobre algún suceso presente que me atormentan
- Situaciones sin resolver que mantienen un movimiento mental de base
- Expectativas sobre sucesos futuros
- Emociones perturbadores, como resentimiento con alguna persona
- Prejuicios y creencias que limitan nuevas experiencias
- Recuerdos traumáticos, inseguridades, miedos, deseos insatisfechos, etc.
- Y el gran fantasma del aprendizaje “no puedo, esto no es para mi”.
Hay múltiples formas de ir desenredando el ovillo, por ejemplo actividades como la filosofía me puede abrir la mente a otras perspectivas de vida, la psicología ayuda a entender cómo funciona el sistema psicofísico; el arte, la actividad física, la buena alimentación, terapia, nuevas amistades, viajes, etc.
La chispa del conocimiento
Pero lo que hace cenizas este ovillo enredado, es el Autoconocimiento. Conocerte. Conocer no solo cómo es tu personalidad, sino quién se quiere expresar a través de esa personalidad. Quién sos más allá de la forma como te mostras. Sobre esto, el Bhagavad Gita nos enseña: “Una chispa de este conocimiento salva al ser humano del gran obstáculo”. Todas las actividades antes mencionadas, inclusive y sobre todo la meditación, pueden ser detonantes de este conocimiento que ocurre como una chispa en nuestro interior. Es el tipo de conocimiento que permite diferenciar lo que verdaderamente soy, de lo que se quedó adherido en la personalidad, haciéndola rígida y enredada. Necesitamos una personalidad flexible al servicio de la expresión de quienes somos en cada etapa de la vida.
Es responsabilidad de cada persona encontrar la mezcla de actividades que lo ayudan a vivir mejor, ser más feliz y más libre. Es por eso que, en cierto momento de la vida, nos identificamos rápidamente con la imagen del peregrino: la persona que viaja buscando en diferentes lugares aquello que lo llama desde adentro. Vaya donde vaya, con su mente abierta y su corazón ardiente de comprensión, va encontrando respuestas que logran que detone la chispa del entendimiento y volver al centro de su ser.
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Que tu práctica sea una ofrenda de luz, Ceci.